Elecciones 2026: las trabas detrás de las alianzas y el exceso de precandidaturas
Más de 50 precandidatos presidenciales y negociaciones truncas reflejan la fragmentación del sistema político a dos meses del cierre del plazo para inscribir alianzas.
A pocos meses del cierre del plazo legal para la inscripción de alianzas electorales, el escenario político de cara a las elecciones presidenciales de 2026 se muestra disperso y saturado. Hay 43 partidos políticos vigentes y, según reportes recientes, ya se cuenta con más de 50 precandidatos presidenciales. A pesar de esta sobreoferta, solo un bloque político ha logrado avanzar con cierta claridad en las conversaciones para formar una coalición.
De las agrupaciones activas, al menos once presentan más de una precandidatura presidencial. El caso de Acción Popular es representativo: Alfredo Barnechea y Víctor Andrés García Belaunde plantean competir en internas. En otros partidos, como Somos Perú o Perú Libre, la competencia interna también está abierta, y en algunos casos con figuras cuestionadas o actualmente prófugos, como Vladimir Cerrón.
En este contexto de fragmentación, el analista político Enzo Elguera, CEO de Imasolu, explica para El Comercio por qué las alianzas siguen siendo difíciles de concretar y qué factores explican este escenario de alta incertidumbre.
Problemas jerárquicos en las planchas presidenciales
Una de las principales razones por las que fracasan las negociaciones, según Elguera, está en el diseño de las propias planchas. La figura del vicepresidente se ha vuelto especialmente sensible luego de que en los últimos años varios vicepresidentes terminaran asumiendo la presidencia del país. Eso hace que los partidos se enfrenten no solo por la cabeza de la plancha, sino por cada puesto que tenga posibilidad de poder.
La pelea por los escaños
Otro obstáculo frecuente está en las listas. “Quien tiene más diputados y senadores tiene más poder, entonces pelean por los primeros números sin mayor análisis de probabilidades de éxito”, advierte Elguera. En otras palabras, los partidos no están priorizando la viabilidad electoral conjunta, sino el posicionamiento individual de sus cuadros.
Esto se traduce en desconfianza mutua y negociaciones que se prolongan sin acuerdos sustanciales.
Viejos partidos, viejas prácticas
La dinámica también se complica cuando se cruzan agrupaciones con trayectorias distintas. El conflicto se acentúa cuando los partidos clásicos y los tradicionales intentan negociar, porque cada uno cree que sus fichajes valen más que los del otro”. Esta lógica, genera choques de ego que dificultan construir proyectos colectivos.
Esto da como resultado que solo veamos a los partidos nuevos negociando, aunque con escaso éxito. “No son conscientes de que no tienen poder de negociación ni oportunidad atractiva, porque muchos de los partidos fuertes tienen seguridad de pasar en primera vuelta o figuran en las encuestas”, puntualiza Elguera.